La hora de volvé

Todos vuelven a la tierra en que nacieron
Al embrujo inconfundible de su sol
Y quién quiere ta’ comiendo mierda e’ hielo
Cuando puede ta’ bailando algo mejor.

– Rita Indiana y los Misterios, “La hora de volvé”

¿Qué significa volver? Esta pregunta, que Arcadio Díaz Quiñones articula al principio de la entrevista que reproducimos a continuación, también anima las contribuciones de este número especial de la revista LASA Forum. Pedimos prestado el título de la celebrada novela del escritor chileno Alejandro Zambra, Formas de volver a casa, para convocar a un grupo de colegas y escritores a pensar la idea del retorno —el homecoming— en toda su complejidad y a partir de perspectivas multidisciplinarias, historias personales y revisiones historiográficas que exponen las mil y una aristas de eso que hemos llamado volver. Porque la experiencia de regresar para quienes han decidido abandonar su legítimo lugar de pertenencia, para quienes se han encontrado en la compleja encrucijada de dejar su tierra, o han sido víctimas del desplazamiento y la expulsión, implica una serie de operaciones que no solo incluyen obstáculos políticos, legales o económicos, sino que también consiste en una serie de pérdidas, duelos, añoranzas, aunque también, destrezas, saberes y nuevas variantes posturales que en muchas ocasiones nos obligan a imaginar y relatar lo que la escritora dominica Rita Indiana concibió como la hora de volvé.

Abrimos el número con una entrevista al intelectual puertorriqueño Arcadio Díaz Quiñones, cuya obra ha discutido en detalle y con intensidad el estar fuera de casa y las políticas y estéticas del exilio. La entrevista, conducida por Javier Guerrero y Pedro Meira Monteiro, se propone pensar las muchas maneras en que el regreso y la capacidad de volver han definido nuestra historia cultural. Con “‘No soy creyente’: regreso, cosmopolitismo, refugio”, Díaz Quiñones reflexiona acerca de la vuelta a partir del trabajo de intelectuales como José Martí, Hannah Arendt y Albert Hirschman, y en especial sobre la figura del exiliado y el intelectual en el Caribe y más allá.  Aborda, por ejemplo, la figura de Pedro Henríquez Ureña y su difícil regreso a República Dominicana durante la dictadura de Trujillo o la de la poeta chilena Gabriela Mistral, quien se asumió como extranjera y solo volvió poéticamente a su tierra natal. Finalmente, Díaz Quiñones aborda la idea del cosmopolitismo, sus límites y su fervoroso escepticismo hacia tal categoría, reflexión que enlaza con una discusión acerca del escritor Ricardo Piglia y su regreso a la Argentina. Amigo y colega de Díaz Quiñones en Princeton, la conversación aborda cómo el retorno de Piglia le permitió tanto reconectar con nuevas generaciones, como terminar su obra, escribir sus diarios. La entrevista concluye con el encuentro entre Arcadio Díaz Quiñones y Ricardo Piglia, mediado por el dispositivo que usaba el escritor argentino para escribir con los ojos, dado el avanzado estadio de su enfermedad, la esclerosis lateral amiotrófica.

Por su parte, el artículo de Dora María Téllez aborda la migración nicaragüense y las experiencias migrantes en Estados Unidos. “En las vueltas del camino: la migración nicaragüense” parte de un encuentro marcado por el olor del café recién colado, las tortillas y el gallopinto: un desayuno entre migrantes en alguna ciudad de Estados Unidos. La mayoría de las personas que comparten la mesa huyó de la violencia y la falta de oportunidades en sus países de origen y sobrevivió a la ferocidad de la frontera entre México y Estados Unidos. Sin embargo, el artículo afirma que el caso del reciente exilio nicaragüense en Estados Unidos parece ser distinto. La migración nicaragüense pudo viajar con parole gracias al programa impulsado por el presidente Joe Biden, que permitió la migración legal de Cuba, Haití, Venezuela y Nicaragua desde 2023. Téllez narra su propia experiencia como presa política, desterrada a Estados Unidos junto con otros 220 presos políticos en 2023, despojada incluso de su nacionalidad, cancelados sus títulos académicos, confiscadas sus propiedades y pensión. El artículo, no obstante, se distancia del relato personal para destacar la represión del régimen de Ortega Murillo, que desde 2019 ha llevado a más de 800.000 personas a emigrar. El gobierno nicaragüense ha cerrado universidades, medios de comunicación y organizaciones sociales, y ha perseguido a líderes religiosos y políticos. El artículo concluye con una reflexión sobre el duelo por el país perdido y la esperanza de regresar algún día para construir una Nicaragua más justa.

La migración circular no es un fenómeno nuevo. Esto lo demuestra el ensayo de Ramona Hernández, “Reflexiones en torno al regreso al terruño natal”, el cual explora los factores que dificultan o facilitan el regreso de dominicanos que volvieron a República Dominicana después de haber pasado años —o décadas— en el exterior. Hernández se centra en tres casos: el de María de Cota, una mujer negra libre que en 1580 pidió permiso para regresar a la Española después de una estancia en España; Juan Rodríguez, dominicano que llegó a la isla de Manhattan en 1613 a través de un barco holandés; y finalmente el caso de la ola de inmigración masiva dominicana a Estados Unidos que comenzó en la década de los sesenta y cuyo destino fue sobre todo Nueva York. Aunque la cultura popular dominicana habla de la migración circular y el deseo de regresar, para esta población hay otros factores tanto económicos como culturales que complican tanto la posibilidad como el deseo de volver, entre ellos, el proceso de naturalización y la pobreza en Estados Unidos. Al mismo tiempo, Hernández revela que quienes consiguen regresar a República Dominicana también enfrentan desafíos, como la falta del seguro médico, que dificultan una residencia permanente en la isla.

En su entrevista, Arcadio Díaz Quiñones nota que no siempre tenemos que volver materialmente: Home es “también la praxis, la literatura, lo que escribimos, las comunidades que nos rodean y que vamos construyendo con otros…”. Mabel Cuesta, en su muy personal ensayo “¿Cuál de todas es mi casa?”, medita sobre los procesos mediante los cuales se construye un hogar. Cuesta detalla los varios pasos en su salida de Cuba: su mudanza a La Habana para estudiar, su tiempo en España, sus años de estudiante de posgrado en Manhattan y West New York, New Jersey, su llegada a Texas y su siguiente adaptación a la vida en el “Gran México” y su eventual retorno a su ciudad natal, donde descubre que aunque Matanzas haya cambiado poco, ella ya es “otra”. Los recuerdos de esta “larga salida” le permiten reflexionar también sobre las maneras en que se ha ido adaptando —paso a paso— a su vida como una especie de Homero que regresa, pero nunca para siempre. Cuesta detalla sus “múltiples retornos”, sobre cómo ha ido construyendo su casa a través de la comida, a través del afecto de los seres queridos, aquellas Penélopes que se quedan y, en especial, a través de la escritura.

Raquel Rivas Rojas comienza su ensayo con una afirmación tajante: luego de 15 años fuera de su país natal, Venezuela, la más dolorosa experiencia para quien ha migrado es darse cuenta de que no hay lugar para el regreso. Esta sentencia constituye un punto de partida para pensar, con ayuda de otras experiencias de destierro y fantasías de regreso, una categoría sellada por la producción crítica de la italiana Adriana Cavarero: la inclinación al regreso. Con inclinación, Cavarero sugiere fomentar una red de afectos que elimina la “verticalidad solitaria” y, en su lugar, promueve una subjetividad repleta de pliegues, dependencias, exposiciones, tramas, anudamientos y vínculos. De acuerdo con Cavarero, la inclinación abre espacio para la fertilidad, la comunidad y la interdependencia. Rivas Rojas sugiere que, quizá, lo que anhelan quienes han migrado no necesariamente sea volver, sino integrarse en una “geometría postural” que les permita experimentar “una nueva forma de medir la tierra del encuentro”. Por sus características y especificidades, la migración venezolana se enfrenta con un problema adicional: “el tamaño inmanejable de todas las ausencias que hacen que la inclinación a regresar carezca de asidero”. Como Mabel Cuesta, Raquel Rivas Rojas cierra su artículo con una discusión sobre el regreso a partir de la escritura, la imaginación del movimiento y los futuros desplazamientos de la experiencia migratoria como nuevas variantes posturales de lo que Donna J. Haraway alguna vez llamó “las artes vitales de seguir con el problema”.

Como Díaz Quiñones observa, la noción de home es en sí ambigua, también el lugar de origen, como todos los lugares, está siempre en continuo cambio. En Of Sonic Attacks and Slippery Threads, la traductora y académica Kristin Dykstra analiza la ambivalente manera en que el concepto de home aparece en dos poetas cubanos que ha traducido al inglés, Marcelo Morales y Reina María Rodríguez. En The Star-Spangled Brand, Morales traza los cambios dramáticos que Cuba experimentó entre la presidencia de Barack Obama y la primera presidencia de Donald Trump. Morales, que vivió en Miami durante este período antes de volver a La Habana, presenta el retorno como una crisis, un encuentro con el país natal que para la voz poética se gesta paralelamente con el fin de una relación romántica. En cambio, Rodríguez, cuya azotea se volvió un espacio importante para muchos escritores e intelectuales durante el Período Especial cubano, explora la experiencia de la otredad dentro de su propio hogar, la existencia misma como una condición fundamentalmente frágil e inestable.

El corolario de la pregunta sobre qué significa volver es asimismo preguntar: ¿qué significa pertenecer? ¿A qué pertenecemos? ¿Cuál es el precio de pertenecer? Explorando otra faceta del argumento que elabora en su libro Caribbean Inhospitality: The Poetics of Strangers at Home, el ensayo de Natalie Belisle examina cómo en el Caribe la raza complica tanto la legalidad de la ciudadanía como el hecho de pertenecer, en un sentido más afectivo. Centrándose en la relación entre la República Dominicana y Haití, Belisle indaga en la disyunción entre una política estatal dominicana que se muestra profundamente antihaitiana y la producción cultural dominicana, donde las prácticas estéticas centradas en sujetos afrodiaspóricos “mediate this disjuncture between, on the one hand, anti-Haitian and anti-black policies and, on the other, black self-affirmation”. Como ejemplo de estas prácticas estéticas que ensayan el retorno al ser negro que Aimé Césaire propone al final de su Cahier d’un retour au pays natal, Belisle ofrece un análisis de la película franco-dominicana Bantú Mama (2022), del director dominicano Iván Herrera. El filme cuenta la historia de Emma, una francesa de origen africana detenida en la República Dominicana bajo sospecha de traficar drogas. Camino a ser procesada en Santo Domingo, Emma consigue escaparse de la policía y se refugia en el barrio de Capotillo, donde se vuelve una especie de madre para tres adolescentes, T.I.N.A., $hulo y Cuki, que están tratando de sobrevivir en el barrio marginal. La posición de Emma, quien es tomada por haitiana con frecuencia en la película, le permite a Bantú Mama abordar la situación de los haitianos residentes en República Dominicana. Al final de la película, Emma regresa a África con Cuki, volviendo a su identidad africana, su negritude, a la vez que deja atrás un país que todavía no logra enfrentar la suya.

Asimismo, como señala el ensayo de Belisle, volver puede ser un gesto político. O, como también observa Díaz Quiñones, hay un “volver progresista” y un “volver reaccionario”. Camino a la casa de una prima en la Florida central, en “Notas sobre un mar neural / Notes on a Neural Sea”, Urayoán Noel reflexiona sobre la manera en que el retorno para el sujeto puertorriqueño está siempre mediado por el papel del estado colonial estadounidense. La epilepsia que Noel y su madre comparten sirve como un punto de partida para elaborar lo que él identifica un volver “anarcocomunitario,” en el cual el crítico y poeta escribe “desde [sus] truenos y relámpagos neurocorporales”, desde su propio posicionamiento como un puertorriqueño criado en Río Piedras, radicado en el Bronx y conectado a la Florida, a la vez que va elaborando su comunidad intelectual y afectiva, una genealogía de escritores e interlocutores —Aurora Levins Morales, Pedro Pietri, Mariposa Fernández, Roque Raquel Salas Rivera— que en sus propias luchas con cuestiones de salud, capacidad y discapacidad y en sus propios retornos, tanto físicos como literarios, han servido como modelos de cómo vivir en “lxs diasporosxs”. Con su codeswitching constante entre español e inglés, el texto de Noel es también una reflexión sobre la intraducibilidad, no solo en términos lingüísticos, sino también “lo intraducible de nuestras mentecuerpas en su interdependencia como contranarrativa a la espectral dizque independencia de nuestra América”. Si no se puede volver, como Noel sugiere al final, el retorno se construye a través de la voz, a través de esa lengua intraducible que en su exceso y su falta va creando un espacio para nuevas posibilidades.

A partir de una revisión de las formas de volver a Cuba tras el exilio, Rafael Rojas aborda lo que llama “gramáticas del regreso”. El artículo parte de una afirmación contundente: “El regreso de los exilios es tema tan recurrente de la cultura cubana como los exilios mismos”. Rojas se pasea por una historia que da cuenta de un tropo literario, como el que impera en la literatura cubana de la primera mitad del siglo XX, pero también de otras figuras, gestos y actos que le dan cuerpo al regreso: desde la decisión de Celia Cruz de cantar en la Base Naval de Guantánamo y llevarse un puñado de tierra recogida a través de la valla, hasta la asistencia de Guillermo Cabrera Infante a los funerales de su madre. Rojas afirma que, pese a que la historia oficial ha privilegiado los regresos ocurridos tras los exilios de la Revolución cubana, la tradición de la vuelta también se registra en los exilios perpetrados tras otros eventos, como el golpe de Estado de 1952, en los exiliados cubanos de París tras la ocupación nazi, o en aquellos producidos en conciertos de músicos como Pablo Milanés, quien, en 2022, luego de años de haberse afincado en Madrid, cantó en La Habana. En su artículo, Rafael Rojas reflexiona sobre las gramáticas y tecnologías de volver a casa, incluso aquellas que implican regresar una vez muerto o, incluso, volver para entonces morir.

Juan Cristóbal Castro parte de aquello que ha dejado atrás, aquellos objetos de los que se ha desprendido tras vivir en varias ciudades latinoamericanas, luego de emigrar de su país de origen, Venezuela. Su ensayo “La terredad migrante: de la casa como canto” reflexiona acerca de la necesidad de migrar y aquellos saberes que se aprenden dada la “condición mudable, pasajera o itinerante de la vida”. El artículo aborda una tradición nómada y propone que el presente nomadismo venezolano, más allá de la pérdida, puede inaugurar nuevas formas de comprender la tradición cultural y producir nuevas conexiones con herencias culturales más profundas y olvidadas. La migración venezolana, afirma el artículo, viajera en múltiples planos temporales como las propias aves, ha convertido al pueblo migrante en todo un laboratorio ambulante. Luego de revisar una serie de intervenciones artísticas y literarias, como la circulación del rapero venezolano Canserbero y la publicación de libros como Adriático de Gina Saraceni, Juan Cristóbal Castro concluye que la migración venezolana sufre una doble expulsión. La primera es simbólica, debido a la exclusión progresiva por la Revolución bolivariana de quienes no compartían sus ideales. La segunda expulsión es más bien territorial, obligando a las personas a dejar su hogar en busca de mejores condiciones. Los migrantes venezolanos se enfrentan a condiciones peligrosas, la xenofobia y las políticas de seguridad de la extrema derecha nacionalista, las cuales levantan barreras en todo el mundo. El artículo concluye que este contexto obliga a quienes migran a sortear numerosos obstáculos, exponiendo sus cuerpos a los peligros propios de las zonas de tránsito, pero también a considerar algunas ventajas: subjetividades que, cuanto más lejanas se encuentren, más cercanas estarán de su terredad y su canto, como se lee en un verso del poeta venezolano Eugenio Montejo.

Cerramos el número con la publicación de “Final de un cuento”, relato del escritor cubano Reinaldo Arenas. Perseguido, repudiado, exiliado, Arenas llegó a Estados Unidos en 1980 a través del éxodo Mariel. Poco después de su llegada, se trasladó a Nueva York, donde escribió parte de su obra y se convirtió en uno de los escritores más influyentes de América Latina. Allí se contagió del VIH y en 1990 decidió poner fin a su vida, acompañando este gesto con una poderosa carta de protesta. Gay, anticomunista, contestatario, Arenas fue la cabal definición de lo que significa un missfit, la de un escritor que protestó todo aquello que lo oprimió, que nunca cesó de decir lo que lo abrumaba. Su literatura es el testimonio a veces salvaje e incómodo, otras veces sutil y profundamente conmovedor, de la pérdida más dolorosa: su salida de Cuba. “Final de un cuento” es un relato escrito en 1982 que pone en escena las contradicciones de quien ha migrado: la necesidad de pertenecer, integrarse o asimilarse, y, a su vez, la de no pertenecer, la añoranza de siempre volver a un infierno perdido. El cuento insiste en la necesidad de replicar los paisajes que hemos dejado atrás, de reproducir comunidades y lugares que mimetizan los lugares que ya no transitamos, que logre aliviar la inmensa nostalgia de la tierra perdida, la cual a su vez cobra forma del propio infierno. “Final de un cuento” relata en un largo y desgarrador soliloquio las voces audibles e inaudibles, la lengua de quienes han perdido un país y, por lo tanto, han extraviado sus puntos cardinales en el mundo, de quienes quizá necesiten volver más allá de la muerte.

Figs. 1 y 2. María José Arjona, Silla. Performance de larga duración, Art Basel Miami Beach, 2022. Fotografías cortesía de la artista.

Nuestro número se acompaña de la imagen de la artista colombiana María José Arjona. Artista del performance de larga duración, su trabajo indaga en la memoria y en el tiempo, en el cuerpo y la materialidad de lo invisible. En Silla, una silla permanece suspendida de manera horizontal en el espacio y Arjona la activa en una performance que puede extenderse hasta seis horas. Esta obra fue presentada por primera vez en el Ballroom Marfa en Nueva York en 2011, en NC-arte en Bogotá, en 2015 y en Art Basel Miami Beach, en 2022. Asimismo, fue reinterpretada por otros artistas como parte de la retrospectiva de Arjona en el Museo de Arte Moderno de Bogotá (Mambo) en 2018. La obra gira en torno a los problemas relacionados con la objetualidad, la experiencia efímera, la memoria y el archivo, al tiempo que revela, de acuerdo con la propia artista, el papel fundamental del cuerpo a la hora de abordar el movimiento, en un espacio determinado, como una forma de coreografía política. Con su performance Silla, invitamos a pensar la relación del cuerpo con los relatos encargados de exilio, regreso, refugio y extranjería, a dar cuenta de cómo estar fuera de lugar genera una condición de vértigo, que a la vez nos convoca a reconsiderar y reajustar las coordenadas que imperan en nuestras sedentarias vidas.

Finalmente, Formas de volver a casa se aproxima a los retornos posibles e imposibles, a las gramáticas del regreso, como propone el ya comentado artículo de Rafael Rojas, dado que los flujos migratorios han marcado la historia de la región latinoamericana y continúan marcando de manera determinante nuestro presente difícil. El número se ha centrado en la región caribeña y centroamericana, con especial atención en Cuba, Puerto Rico, República Dominicana, Venezuela y Nicaragua. En tiempos en los que la migración y quienes migran son parte esencial de las políticas nacionales, geopolíticas, economías criminales, remesas; la posibilidad de volver y sus políticas y poéticas son sin duda un correlato necesario del exilio, una materia pendiente del refugio, un imperativo de la extranjería para poder sobrevivir. Este número de LASA Forum indaga en un problema que necesita ser atendido, que ha sido menos estudiado por las disciplinas representadas en nuestra asociación y que requiere de una perspectiva multidisciplinaria e, incluso, interdisciplinaria y transdisciplinaria para dar cuenta de su complejidad. Pensar el regreso, el volver a casa, hace posible profundizar en las experiencias del exilio, el refugio, el asilo, la extranjería, todas operaciones complejas que no se limitan a las fricciones que se generan cuando nos trasplantamos, cuando nos mudamos de lugar y paisaje, cuando nos expulsan de nuestras casas.

A fin de cuentas, las cenizas del escritor Reinaldo Arenas siguen sin ser esparcidas en donde él pidió que se diseminaran. Aunque Arenas imaginó varios regresos en su narrativa, en El color del verano y, tal vez más devastadoramente, en Viaje a La Habana, sus restos no han vuelto a Cuba, lugar donde nació, estudió, escribió y de donde una vez salió para algún día, quizá, volver.

Referencias

Arenas, Reinaldo. 1990. Viaje a La Habana: novela en tres viajes. Miami: Ediciones Universal.

Arenas, Reinaldo. 1991. El color del verano. Miami: Ediciones Universal.

Belisle, Natalie Lauren. 2025. Caribbean Inhospitality: The Poetics of Strangers at Home. New Brunswick: Rutgers University Press.

Cavarero. Adriana. 2022. Inclinaciones. Crítica de la rectitud. Barcelona: Fragmenta. Traducción de Manuel Ignacio Moyano.

Césaire, Aimé. 1960. Cahier d’un retour au pays natal. París: Présence africaine.

Haraway, Donna J. 2019. Seguir con el problema. Generar parentesco en el Chthuluceno. Bilbao: consoni. Traducción de Helen Torres.

Herrera, Iván. (Director). 2022. Bantú Mama [película]. XYZ Productions.

Indiana, Rita y los Misterios. 2010. “La hora de volvé”. En: El Juidero [disco]. Premium Latin Music, Inc.

Morales, Marcelo. 2025. The Star-Spangled Brand. Houston: Veliz Books. Traducción de Kristin Dykstra.

Saraceni, Gina. Adriático. 2021. Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana.

Zambra, Alejandro. 2011. Formas de volver a casa. Barcelona: Anagrama.