La convocatoria del próximo congreso LASA2025 se propuso colocar al cuerpo en el centro de la discusión, ubicarlo en nuestra agenda crítica, para interrogarlo con las herramientas propias de las disciplinas representadas en nuestra asociación. Cuando junto con el equipo organizador concebimos el tema central del congreso a realizarse en San Francisco, California, imaginamos que todas las disciplinas que hacen vida en LASA se habrían topado, en mayor o menor medida, con el cuerpo como problema epistémico y en innumerables ocasiones lo habrían considerado como centro de sus reflexiones disciplinarias. Sin embargo, tempranamente advertimos un problema a sortear: el cuerpo ha sido entendido como alegoría o huella material de una vida, como caparazón de la existencia, o simplemente como materia evidente de nuestro paso por el mundo. No obstante, la convocatoria se proponía exceder la concepción del cuerpo como vida encarnada y, más bien, plantear un grupo de preguntas relevantes: ¿hasta qué punto el cuerpo ha sido relegado a una condición difícil de cuestionar y sopesar?; ¿por qué resulta tan difícil dar cuenta del peso del cuerpo?; ¿qué importancia cobra hoy día hablar del cuerpo?; ¿por qué, pese a constituir la más clara materialidad de la vida, su materia se escurre, se resiste a ser el blanco de nuestras hipótesis, metodologías y reflexiones críticas?; ¿cómo escaparnos de la incomodidad —material, crítica, ética, metodológica— que implica el hablar del cuerpo? Porque si hay una materia con la que todas las disciplinas se topan —de la economía a la sociología, de la antropología a la historia, de los estudios culturales a las ciencias políticas—, esa es la del cuerpo. Grandes pensadorxs de nuestros tiempos han confirmado tanto la dificultad de pensar el cuerpo como la complejidad de hacer de él el centro de nuestra discusión disciplinaria. Y es que finalmente el cuerpo no se puede dar por sentado. Porque pese a las dificultades de reflexionar sobre él, está siempre de vuelta, reclamando una y otra vez su papel como nuestro primer dispositivo político, como lo único que realmente poseemos o somos. El cuerpo pide con reiteración ser discutido y valorado en los momentos en que menos lo esperamos.
Este dossier se propone, entonces, sopesar la relevancia y la emergencia del cuerpo en la producción latinoamericana reciente. En especial, aborda el rol que ha cobrado la ficción y la no ficción en su discusión como materia crítica atravesada por todas las variables que ocupan nuestra existencia. El dossier se interesa por producciones provenientes de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Estados Unidos, México, Perú y Venezuela, entre otros territorios, con el fin de situar la relevancia del cuerpo en las nuevas discusiones gestadas desde América Latina y sus expansiones a partir de medios como la poesía, las artes visuales, la performance, la literatura, la fotografía, el video arte y todas aquellas zonas que se abren como liminales y transmediales. Propongo con este número, por lo tanto, desplegar una caja de herramientas críticas para revelar la potencia del cuerpo.
El peso del cuerpo
El dossier comienza con el artículo de Cecilia Fajardo-Hill, quien plantea tomar en serio la compulsiva presencia de fragmentos del cuerpo y residuos en el trabajo de mujeres artistas del siglo xx. En especial, revisa la presencia de los ojos y de la vagina en la obra de artistas visuales latinoamericanas como Lenora de Barros, Teresa Burga y María Evelia Marmolejo. “Body Fragments/Uncontrolled Bodies” afirma que en el cuerpo fragmentado discutido por las artistas se puede hallar tanto la potencia de una imaginación política encarnada, como la capacidad de resistir la violencia a partir de una producción cifrada, en muchas ocasiones oculta en una anatomía fracturada. Una de las secciones más interesantes de este artículo radica en el uso de la ciencia y su tecnología por parte de las artistas para dar cuenta de la relación entre vectores políticos y científicos. Por ejemplo, la artista conceptual peruana Teresa Burga con su Autorretrato. Estructura. Informe. 9.6.1972 trabaja con electrocardiogramas y fonocardiogramas para revelar sus funciones fisiológicas en el contexto de la Junta Militar peruana de Juan Velasco Alvarado y las férreas restricciones sociales que enfrentaban las mujeres de la época.
Por su parte, Paola Cortes Rocca se aproxima al cuerpo fotográfico con el fin de disputar la recurrente idea de que la fotografía debe entenderse en el quiebre de la relación entre cuerpo e imagen. Por lo tanto, este artículo demuestra que la fotografía es una materia vibrante (Bennett) que debe ser cuestionada a partir de los nuevos materialismos y la complicación que la discusión sobre el antropoceno trae a nuestros campos de estudio. La condición plebeya de su gestación como medio, propone Cortes Rocca, sería una clave para afirmar su naturaleza fronteriza, lo cual enfatiza que la fotografía no se opone más a la conciencia que la contempla, sino que más bien constituye un cuerpo no-humano que exige un nuevo vocabulario y noveles operaciones críticas para abarcar su relevante función de ensamblaje. Finalmente, a propósito de los cuestionamientos del presente, la autora propone una revisión crítica de la imagen-cuerpo que la conciba ya no como imago desencarnado, sino como materia donde cuerpo y cuerpo de la imagen sean, en cierto modo, indistinguibles.
El artículo de Emily A. Maguire discute la función del cuerpo en la obra del poeta latino Daniel Borzutzky. Maguire comienza con una definición de cuerpo hecha por el propio poeta, quien propone que este constituye una unidad de medida objetiva para describir la atrocidad humana y la violencia ejercida por el Estado. El artículo aborda el libro Lake Michigan, poema largo que aborda el asesinato de Laquan McDonald, joven negro de diecisiete años, ajusticiado por un policía en la ciudad de Chicago en octubre de 2014.1 Maguire señala que, en el trabajo del poeta, el cuerpo representa la única posibilidad de trazar la presencia del neoliberalismo como marcador fundamental de la necrópolis contemporánea. El artículo echa mano al concepto de Necropastoral propuesto por Joyelle McSweeney, como zona político-estética en la que no puede separarse violencia humana y naturaleza aberrante. El largo poema de Borzutzky, entonces, conecta el presente neoliberal de Chicago con la dictadura chilena y la intervención de los conocidos Chicago Boys durante la dictadura de Augusto Pinochet. Entonces, aquellas políticas que instalaron en Chile el primer laboratorio del neoliberalismo resultan visibles y tangibles en el devastador paisaje de la ciudad de Chicago. Por su parte, en su artículo “Mujeres que excriben en América Latina”, Eleonora Cróquer Pedrón insiste en la persistencia de la figura de Antígona en la producción ficcional y no ficcional latinoamericanas y reitera que la pregunta que se inscribe en el presente debe más bien responder a los nuevos ordenamientos del Estado y las configuraciones de la necromáquina (Reguillo), la cual inscribe noveles algoritmos en la administración de la muerte y el exterminio. El artículo aborda el trabajo de las escritoras mexicanas Sara Uribe, Cristina Rivera Garza y Daniela Rea, y vuelve a la nueva convocatoria que las autoras hacen de la radicalidad de su gesto. Para ello, Cróquer Pedrón revisita la discusión de Jacques Lacan, quien localiza el lugar que ocupa Antígona en “el entre-dos de dos campos simbólicamente diferenciados” o, de acuerdo con la autora del artículo, entre la vida y la muerte. El gesto de Antígona, fundado en la tensión entre excritura y disenso, se ubicaría en la incorporación de la evidencia acuerpada entre lo real y lo simbólico. Hablar del dolor encarnado o, más específicamente, la experiencia de dolerse, como ya ha afirmado Cristina Rivera Garza en su libro homónimo, haría posible devolverle a lxs muertxs, a todos lxs desaparecidxs y ajusticiadxs una condición de superviciencia.
Ariel Florencia Richards decide discutir el trabajo de Francisco Copello, primer performer chileno y quien plantaría la primera semilla del arte corporal a principios de los setenta en su país. Richards se centra en la obra Pieza para locos, programada para los días 12 y 13 de septiembre de 1973 en el Museo de Bellas Artes de Santiago de Chile. Naturalmente, la obra no se presentó debido al golpe de Estado contra el presidente Salvador Allende sucedido el 11 de septiembre del mismo año. No obstante, pese a su cancelación, el artículo afirma la existencia crítica de dicha acción corporal y más bien propone concebir esta contingencia como figura fundamental del trabajo de Copello. Es decir, Pieza para locos encontraría en su condición interrumpida e inacabada la habilidad del cuerpo de cuestionar la estética de lo total pero también de resistir la lógica oficial “liberando una forma rara de memoria”. Lo espectral, lo perdido y lo nunca acontecido lograrían dar cuenta de la grieta a la que apunta el cuerpo de Copello y, más allá de él, el problema del cuerpo. Mi artículo “Fascismo y cosmética: Margo Glantz se maquilla” expone los vasos comunicantes entre fascismo, exterminio, la industria de la moda y las nuevas valoraciones con respecto al peso del cuerpo. Desde su primera novela, Las mil y una calorías: novela dietética, la escritora mexicana Margo Glantz ha indagado en la materialidad del cuerpo, donde este, más que un tópico, es el lugar donde se disputa la poética de la escritora. Sin embargo, en sus más recientes libros, Glantz radicaliza su comprensión del cuerpo, llega a conclusiones sobre las operaciones que les dan materia a las más variadas fantasías somáticas y estudia la banalidad como mal de la carne. El artículo indaga en la asociación entre cosmética y fascismo y demuestra las maneras en que la producción de residuos corporales, que fue también el propósito simbólico y material del Holocausto, se vuelca a la industria de la moda y a su revisión continuada de la silueta femenina. Los dientes, las extremidades inferiores, los ojos son todos examinados por la escritora para exponer cómo su materia maquillada, alterada, concupiscente, resulta también una puesta en el mundo de las complejas y cruentas ideologías y políticas totalitarias del animal humano. El artículo culmina con la aseveración de que el maquillaje y la cosmética del cuerpo pueden también funcionar como antídotos contra el fascismo ya orgánicamente inscrito en el cuerpo.
El dossier finaliza con el artículo titulado “Un Anto de luz. Antonieta Sosa (1940-2024), un homenaje” de Nathalie Bouzaglo, el cual discute el trabajo de la artista y performer venezolana, fallecida el presente año. La autora cuestiona la condición apolítica que ha instalado la crítica venezolana y repetido la crítica internacional y, contrariamente, propone entender el trabajo de Sosa –quien fue una muy aguerrida artista, que incluso destruyó una de sus obra frente al Museo de Bellas Artes en protesta a la participación de Venezuela en la Bienal de São Paulo durante la dictadura militar de Emílio Garrastazu Médici en Brasil– como obra política organizada fuera de las lógicas del mercado y gestada desde el cuerpo como materia que tensiona espacio privado y público, materialidad e inmaterialidad. Para ello, la autora destaca una particular invención de la artista: el Anto, la medida del cuerpo de la artista, la cual se convierte en la misma medida que utiliza Sosa para pensar el mundo. El Anto, asimismo, enfatiza la tensión entre invisibilidad y habitabilidad y se relaciona con la erosión que el trabajo de la artista establece entre vida privada y pública, casa y museo. El artículo concluye con el análisis de una obra desconocida de Sosa: su propia casa, la cual revisa con radicalidad la fijeza de la identidad y la despolitización del arte y, en especial, el cuerpo, todos gestados en los circuitos metropolitanos del arte y la historia. El trabajo de Antonieta Sosa, finaliza Bouzaglo, constituye una puesta en escena de objetos y órganos que fuera de lugar (Schwarz) reorganizan un perímetro inapropiable para la puesta en el mundo de una nueva imaginación política.
Pero, después de todo, ¿por qué insistimos en hablar del cuerpo?
Porque, finalmente, el cuerpo necesita ser articulado de modo crítico, incluso en su condición de materia inarticulable y fronteriza, como algunos artículos de este mismo dossier lo plantean. Porque, a fin de cuentas, la pregunta por el cuerpo y la supervivencia de la forma es la gran pregunta de nuestra filosofía contemporánea. Porque aquello que está implícito en nuestros discursos disciplinarios, e incluso transdisciplinarios, necesita ser abordado abiertamente. Porque no hay nada más urgente y necesario de lo que hablar que no sea del cuerpo. Porque no hay política ni estética que no pase por tal materia. Porque no hay política o poética sin cuerpo. Porque los marcadores de raza, etnia, género y clase y sus intersecciones solo pueden pensarse a partir del cuerpo. Porque poner el cuerpo, como ha dejado claro Latinx América, implica exponer su condición de materia política y gozosa, pero también revelar su peso y medida. Eso es, porque hablar del cuerpo no solo produce la más radical desconstrucción, sino que nos permite entender la materia que se enfrenta a diario ante los nuevos algoritmos destructivos del mundo que habitamos. Sí, ese mismo mundo que en pleno auge de la alta tecnología y la inteligencia artificial habitan todos nuestros cuerpos.